Era una historia tan antigua como el tiempo: ella era un pequeño país sudamericano, él era un chico de los suburbios y tomaba un vuelo de medianoche con destino a cualquier parte. Ecuador tenía todo lo que un niño de siete años podía desear: camadas de conejillos de indias (que, para sorpresa de Jeffrey, eran una especialidad culinaria), perros callejeros con los que jugar y hordas de niños curiosos que siempre querían jugar.

Agregue largas caminatas a través de la profunda selva tropical del hogar ancestral de su abuela, y algunos tipis artísticamente elaborados con hojas de plátano, y Ecuador se convirtió en el nuevo patio de recreo favorito de Jeffrey. Ecuador y sus comunidades animadas y entrañables capturaron el corazón de Jeffrey desde el principio, y su amor por su nueva familia al otro lado del ecuador permanecería con él el resto de su vida.